Un nuevo abordaje a la Fisiología Deportiva
Cómo la ciencia de los sistemas complejos desafía nuestras suposiciones más profundas sobre la fisiología y el entrenamiento
A menudo me preguntan en qué se diferencia el abordaje basado en los Sistemas Complejos al entrenamiento respecto al abordaje tradicional. Incluso hay quien da a entender que es “más de lo mismo”. En el artículo de hoy quiero poder explicar, brevemente, qué aporta esta visión al campo del entrenamiento y la salud.
Para empezar, creo que es un grave error pensar que el paradigma de Sistemas Complejos es “una pieza más para tratar de resolver el puzzle del entrenamiento y la salud”; pensando que hay un “manual de instrucciones” que creemos que poco a poco vamos resolviendo sobre el cuerpo humano.
En realidad, es al contrario. El paradigma de la complejidad lo que nos dice precisamente es que el organismo no sigue un manual de instrucciones, no es un puzzle a resolver con la suficiente cantidad de datos y artículos científicos; sino más bien un cubo de rubik de infinitas caras, donde cada vez que mueves una pieza cambian las demás.
Dicho de otra forma, la Complejidad no es una herramienta más de la caja de herramientas del entrenador. La Complejidad es un paradigma completo, una nueva forma de comprender y abordar el mundo y, concretamente, el organismo humano. Si usásemos el símil del fontanero, la Complejidad no sería una llave multiherramienta nueva, sino una nueva forma de hacer, mejor, su profesión.
Es como la aparición de la física cuántica: no solo nos dió un mayor conocimiento de cómo funciona el mundo, sino que nos hizo replantearnos muchas de nuestras ideas preexistentes.
En el entrenamiento
Históricamente, la ciencia del entrenamiento ha seguido el modelo biomédico, que es reduccionista y que trata al organismo como una máquina que se puede descomponer en sus partes y cuyos comportamientos son predecibles y modificables.
Es curioso como la fisiología es la única rama de la biología que se centra en el estudio del organismo de una forma reduccionista y predecible.
Sin embargo, no debemos olvidar que los seres vivos somos Sistemas Complejos, extremadamente Complejos, y como tales tenemos las mismas propiedades que otros Sistemas Complejos que consideramos “inertes” como la atmósfera, los ecosistemas, las sociedades o los mercados comerciales.
Respecto a la fisiología, las implicaciones fundamentales de este enfoque de Sistemas Complejos radican en reinterpretar la flecha de causalidad de las adaptaciones fisiológicas.
Hasta ahora, el cuerpo se ha visto como una máquina ultra sofisticada y muy bien diseñada para cumplir ciertas funciones fisiológicas programadas, y que por tanto si la descomponemos en sus partes y entendemos cómo funciona cada una podremos mejorar esas funciones. Por eso la mayoría de artículos que encontramos nos hablan de las funciones de ciertas proteínas, genes, moléculas, etc.
El paradigma de Sistemas Complejos, en cambio, nos dice que no estamos tratando con máquinas diseñadas para funcionar de una forma concreta, sino que estamos tratando con entes que varían su comportamiento, se adaptan y generan comportamientos inesperados y a veces impredecibles. Dicho de otra forma: el organismo se parece más a un equipo que a una moto.
Y esto tiene grandes implicaciones.
Al igual que los equipos de fútbol se adaptan al rival y la situación de juego a través de actos conscientes e inconscientes de cada jugador en particular; o los ecosistemas se adaptan y perduran a través de dinámicas de competición y cooperación entre las especies que lo forman; las personas también presentamos esta propiedad de autoorganización anidada.
Al contrario que en una máquina, donde las piezas funcionan siempre de la misma manera, los organismos nos adaptamos de formas diversas a través de ajustes en las interacciones y sinergias entre las partes que nos conforman.
Esto suele ser muy difícil de asimilar, porque creemos que para que se produzca colaboración entre componentes hace falta consciencia, y creemos que esta solo aparece cuando llegamos a nivel de individuo. Así, mucha gente entiende que un equipo o una familia sean sistemas autoorganizados, pero les cuesta llevar esa propiedad a que las proteínas, células u órganos de nuestro cuerpo puedan cooperar de una forma autónoma.
Es un error pensar que hace falta conciencia para generar comportamientos complejos. La complejidad también aparece en sistemas simples que interactúan de forma muy local y siguiendo reglas básicas, como por ejemplo en proteínas que se pliegan de forma específica en función de su entorno molecular, células que se organizan espontáneamente para formar tejidos durante el desarrollo embrionario, colonias de hormigas que encuentran el camino más corto hacia una fuente de alimento o redes neuronales que ajustan sus conexiones para procesar información de manera más eficiente.
Como en otros sistemas complejos, las estructuras que nos forman no colaboran siempre de la misma forma para solventar las necesidades del organismo, sino que van variando la forma en que se sinergizan en función de las necesidades y estado de cada parte en cada momento, que cambian en función de nuestra interacción con el entorno y el objetivo que el organismo quiere conseguir.
Siguiendo el ejemplo del equipo de fútbol: cuando el equipo se ve desbordado en defensa, hasta los delanteros tienen que bajar a colaborar. Pero la forma en que colaboran no es siempre idéntica, pues en cada situación se reacciona diferente a los estímulos y las necesidades o fuerzas son distintas.
Y es muy importante entender que los sistemas fisiológicos se coordinan de forma autoorganizada, como el equipo, para comprender por qué la variabilidad en los gestos y ritmos, lejos de ser un problema, es natural. Lejos del modelo mecanicista del cuerpo humano, la cooperación autoorganizada entre las estructuras fisiológicas implican que hay momentos donde los acoplamientos entre estructuras son más eficaces y podemos rendir más y otros donde fallan y se tienen que reconfigurar, y en los que tenemos que bajar un poco el ritmo.
Una nueva forma de ver la fisiología
Los Sistemas Complejos, por tanto, somos dinámicos.
Todo el modelo biomédico se ha basado en sustituir o reparar la pieza que falla. Así es como nos lo enseñan en las Universidades: “este ejercicio es malo porque sobrecarga el tendón”, “este ritmo es perjudicial porque genera lactato”, “este alimento es malo porque aumenta la glucosa plasmática”…
Esto nos ha llevado históricamente a un montón de errores, y nos seguirá llevando. Desde el culto al fármaco, la obsesión con bajar la fiebre o la inflamación a toda costa, reemplazar o aumentar hormonas como si fueran los controles de una caja de mezclas…
El organismo es un todo integrado que no se puede descomponer. ¡No somos la suma de las partes de nuestro organismo! Somos mucho más que ello.
Esto significa que en el organismo no existe una relación simple de causa y efecto, sino que una causa puede tener varios efectos, los cuales serán causa de varias causas más, interrelacionando todo ello a su vez y haciendo que los movimientos y cambios dentro de la red sean tan complejos que se vuelvan impredecibles y a menudo súbitos e imparables.
Aquí es donde mucha gente se desespera. Nuestras mentes no soportan la incertidumbre, y prefieren elegir respuestas seguras aunque sean erróneas, estudiando la fisiología de estructuras cada vez más y más pequeñas para tratar de extrapolar los cambios micro al comportamiento del conjunto; que es lo mismo que pensar que vas a poder controlar el rendimiento de un equipo de fútbol a través de descubrir cómo metabolizan el lactato las mitocondrias del cuádriceps de delantero centro.
Sin embargo, lo que tenemos que entender, aunque nos cuesta, es que hay otra forma de entender al organismo. Igual que los biólogos que estudian los insectos no se fijan solo en la fisiología del bicho sino en las funciones e interacciones que tiene en su nicho ecológico, del mismo modo podemos (necesitamos) abordar el cuerpo humano desde un abordaje ecológico, que se centre en la interacción entre el organismo y su entorno.
Los organismos se adaptan para perdurar en el entorno, y esto se consigue mediante la interacción autoorganizada de sus componentes, que están obligados a colaborar con el conjunto para conseguir sus objetivos.
Igual que un jugador está obligado a colaborar con los objetivos del equipo para perdurar como jugador o el individuo está obligado a participar con las reglas del sistema cultural y económico en el que vive para sobrevivir; también las estructuras fisiológicas de nuestro organismo colaboran de la mejor forma posible para satisfacer las necesidades del organismo en cada momento, lo que hace que “todos ganen”.
A nivel práctico, esto significa que deberíamos dejar de poner el foco en cómo funciona un organismo, y ponerlo en el por qué y para qué. Como decía en La Naturaleza del Entrenamiento:
“La función es más importante que el funcionamiento”.
La fisiología cuida de ella misma. El organismo trabajará diferente en cada momento y situación según su genética, sus adaptaciones previas, el grado de estrés que soporte cada parte en función de sus capacidades, o la secuencia temporal en que se ha llegado a ese momento. No es repetible. Los mismos niveles de lactato pueden significar contextos fisiológicos y niveles de estrés y rendimiento muy diferentes, y lo mismo podríamos decir de cualquier otro parámetro, biomarcador o proceso fisiológico.
Como en el ejemplo del equipo, no tenemos que preocuparnos en qué posición tiene el delantero en determinado momento, que sería equivalente a ver los valores de glucosa o presión arterial en un instante, sino en controlar los comportamientos del conjunto: qué está pasando con el equipo, si está dominando o siendo dominado y dónde falla. Lo importante es que el equipo gane, independientemente de si los goles los marca el delantero centro.
En definitiva, buscamos usar marcadores macroscópicos del estado del sistema, aquellas señales que nos indiquen qué está pasando con el conjunto. Y podemos usar también,, sin duda, otros parámetros microscópicos para que nos digan qué está ocurriendo en cada una de las partes, pero entendiendo que un cambio en un parámetro aislado no quiere decir nada si no lo ponemos en concordancia con los efectos en el conjunto.
Y es que, siendo sinceros, conocer y memorizar el Ciclo de Krebs no nos ha dado ninguna pista sobre cómo deberíamos entrenar, igual que no nos la ha dado la secuenciación del genoma humano o el descubrimiento de las funciones de determinadas proteínas y transportadores clave. Hablar de PGC alpha 1, mTOR, transportadores de lactato y mitocondrias puede estar muy bien para youtube pero no nos ha dado ni una pista sobre cómo deberíamos entrenar, y previsibilemente no lo va a hacer.
De hecho está siendo al contrario: el abordaje de la fisiología y entrenamiento basado en lo que ocurre en ciertos parámetros ha dado lugar a modelos erróneos que nos han hecho históricamente cometer errores, como los modelos de estados estables y la creencia de que las adaptaciones por encima de umbral de lactato son muy diferentes a por debajo de este.
El abordaje teleológico
Con lo anterior en mente, la complejidad aboga por un entendimiento del organismo más ecológico, analizando sus objetivos (Que están mediados por la interacción entre su fisiología y su entorno).
Entendemos que el organismo se va a tratar de adaptar, de forma autoorganizada, para cumplir con las funciones que necesita para conseguir perdurar en el tiempo. Esta búsqueda de estabilidad, en un entorno cambiante donde cada individuo o especie influye a los demás, es el motor de la evolución; y de la misma manera de las adaptaciones que se producen en nuestros cuerpos a distintas escalas temporales: algunas a ritmos muy rápidos como las conexiones neuronales y otras a ritmos muy lentos como las adaptaciones musculares.
Esta capacidad de determinar nuestros propios objetivos es de facto el motor del proceso de adaptación fisiológica, ya que es el objetivo del sistema el que convierte a una función en adecuada o inadecuada, y lo que hará que se mantenga y replique o se evite y desaparezca.
Comprender esta propiedad nos debe hacer entender que, en los sistemas complejos, la función es más importante que el funcionamiento. El objetivo del sistema (la función que quiere realizar) es la que da orden al resto del organismo, que buscará diferentes sinergias y configuraciones para tratar de llevarla a cabo.
Si una sinergia fisiológica no es útil para el propósito del organismo, desaparecerá. En cambio, las sinergias útiles se estabilizarán, dando lugar a lo que se creía que era “la forma en que está diseñado el organismo”. Pero lo que vemos no es “la forma en que está diseñado el organismo”, sino la forma que ha encontrado de solucionar de mejor manera el objetivo o tarea que quería conseguir.
O dicho de otra forma: no existe “un diseño humano” sino más bien “un objetivo humano” que es el que trata de conseguir, de diferentes maneras, el cuerpo. Y este objetivo, en última instancia, es el mismo que el del resto de sistemas complejos: PERMANECER.
Esta inexistencia de diseño humano se ve muy claramente con los efectos placebo y nocebo, que provienen de la capacidad de anticipación.
Esta búsqueda de la permanencia, a través de la supervivencia y reproducción del individuo, ocurre también de forma predictiva, anticipándonos a las demandas del entorno. Algunos seres vivos hemos generado sistemas súper costosos, como el sistema nervioso, para ser capaces de anticiparnos a lo que ocurrirá en el mundo, lo cual ha aumentado drásticamente nuestras posibilidades de sobrevivir como especie.
El efecto placebo y nocebo es el elefante en la habitación del modelo biomédico. Todos sabemos que existe, pero seguimos estudiando al cuerpo como si no existiese, como si fuese “un error” del organismo.
No es ningún error. La capacidad de anticiparnos es una parte más de la intención de satisfacer las necesidades que tenemos que cumplir para adaptarnos al entorno y perdurar. La mera predicción de un peligro ya desencadena las interacciones fisiológicas que serían necesarias para solventarla o soportarla lo más eficazmente posible.
De hecho, si el placebo fuese un medicamento real, sería el medicamento con más usos probados. Las expectativas del paciente al recibir un tratamiento son un factor determinante para explicar la variabilidad interpersonal en la respuesta al tratamiento (Fassi, 2024) y, en muchos casos, explica mejor la respuesta de los pacientes que el propio tratamiento recibido.
Si el organismo es una máquina, diseñado para cumplir ciertas funciones, ¿Cómo puede ser que el mero hecho de creer que he tomado una bebida alta en azúcar aumente la secreción de insulina? El efecto placebo-nocebo son otra evidencia más de que el modelo biomédico no puede explicar totalmente la realidad.
Para terminar
Poco a poco el paradigma de la Complejidad se va integrando en el ámbito de la salud y el deporte.
Pero me preocupa que mucha gente lo utiliza mal, y esto nos haga dejar de ver el gran valor que tiene para eliminar los problemas que tenemos.
Mucha gente confunde Complejidad con Complicación. Ya sabemos que el rendimiento o la salud dependen de muchas cosas. Pero la Complejidad no significa que todo depende de muchas cosas, o que todo es un lío; sino que depende de la forma en que interaccionen esas muchas cosas, que dan lugar a las propiedades de los sistemas complejos.
Hablar de Complejidad no significa después reducir el organismo a sus diferentes sistemas y tratarlos por separado, sino integrarlos. Buscaremos generalmente intervenciones basándonos en comportamientos macro: objetivos, hábitos, acciones y comportamientos; y olvidándonos de dar recomendaciones en base a cambios microscópicos.
Como explico en mi libro, entender la incertidumbre y posibles efectos secundarios de todo lo que hacemos nos debería hacer actuar de una forma más simple y humilde, evitando romper más de lo que arreglamos y eliminando toda esta complicación innecesaria en que se está convirtiendo el mundo del entrenamiento y la salud.
En definitiva: la Complejidad no es una pieza más del puzzle: es darte cuenta de que el puzzle no refleja la realidad.